He querido titular este artículo con un juicio luminoso del prócer Profesor Juan Bosch en su obra (Bosch, Crisis de la Democracia de América en República Dominicana) acerca de la visión que éste tenía sobre el efecto devastador que tendría para nuestro país la presencia de Haití en la parte occidental de la isla Hispaniola.
A continuación transcribo fragmentos de los juicios de Bosch en la citada obra: “cuando la isla quedó dividida, dejó de llamarse la perla de las Antillas. La presencia de Haití en la parte occidental de la isla Hispaniola equivalió a una amputación del porvenir dominicano. Lo que era el porvenir desde mediados del siglo XVI es, en la segunda mitad del siglo XX, un pasado de mas de trescientos años. Así, los dominicanos no podemos escribir nuestra historia ignorando ese pasado, pues todo el curso de la vida de nuestro pueblo en las ultimas centurias ha sido configurado por ese hecho: la existencia de Haití al lado nuestro, en una isla relativamente pequeña”.
Quien escribió lo anterior para la posteridad, no fue un racista ni un xenófobo, fue un prócer nacional, un patriota que estaba meridianamente claro sobre el problema haitiano. El Prócer Bosch señala en su obra antes citada “(Ö) nuestra amputación no se refiere al punto concreto de que una parte de la tierra que fue nuestra sea ahora el solar de otro pueblo; es algo más sutil y más profundo, que afecta de manera consciente o inconsciente toda la vida nacional dominicana. Los dominicanos sabemos que a causa de que Haití está ahí, en la misma isla, no podremos desarrollar nunca nuestra facultades a plena capacidad; sabemos que un día u otro de manera inevitable, Haití irá a dar a un nivel al cual viene arrastrándonos desde que hizo su revolución (Ö)”.
La “(Ö) guerra, que en la historia dominicana se conoce con el nombre de la guerra de independencia, aunque en los días en que se llevaba a cabo se llamaba, con mayor propiedad, de separación, fue la culminación de una lucha larga, que se había iniciado desde el siglo XVII, que se mantuvo prácticamente todo el siglo XVIII, y que tuvo a principio del siglo XIX paginas sombrías con la invasión de Toussaint, de Dessalines y de Cristóbal. Los dominicanos, pues, formaron su sentimiento nacional peleando, primero contra los franceses de la región occidental, y después contra sus herederos, los haitianos (Ö)”.
Sobre la Revolución Haitiana Bosch sostiene en su obra “(Ö) ha sido la única revolución en la historia moderna que fue a la vez guerra de independencia -de colonia contra metrópolis- guerra social -de esclavos contra amos- y guerra racial -de negros contra blancos. La violencia de esas tres guerras en una resultó devastadora; en términos absolutos, no relativos, los antiguos esclavos destruyeron toda la riqueza acumulada en Haití durante la colonia, y esa riqueza era mucha.(Ö)”. “(Ö) El aspecto destructor de la Revolución haitiana ha sido continuo; de hecho, Haití ha seguido a lo largo de su vida independiente, en guerra constante contra todo núcleo humano y social que pudiera convertirse, por cualquier vía, en sustituto de los colonos franceses (Ö)”.
Sobre Duvalier Bosch escribió “(Ö) Duvalier corresponde a un tipo psicológico que se haya en las sociedades primitivas; el hombre que a medida que va adquiriendo poder de cualquier clase va llenándose por dentro de una soberbia que los transforma día a día físicamente, lo envara, le da insensiblemente la apariencia de un muñeco que se yergue y se yergue hasta que parece que va a caerse e espalda o que va a volar; al mismo tiempo, los párpados bajan, la mirada se torna fría y adquiere un brillo como de hechicería, el rostro se inmoviliza gradualmente, y la voz va haciéndose cada vez más imperativa, y sin embargo más baja y escalofriante. En esos seres la conciencia del poder se traduce en transformaciones físicas; crean en torno suyo una atmosfera que es como una emanación de embrujos, y como sucede que esos cambios van correspondiendo otros en el seno de su alma, mediante los cuales se hacen gradualmente insensibles a todo sentimiento humano hasta llegar a ser puros receptáculos de pasiones sin control, esos hombres acaban siendo peligrosos porque se niegan a aceptar que son simples seres humanos, mortales y falibles, y no delegados vivos de las oscuras fuerzas que gobiernan los mundos (Ö)”.
“(Ö) En el lado sur de la frontera que divide a la República Dominicana de Haití se ven de tarde en tarde tipos a lo Duvalier; labriegos que eran gente corriente y moliente hasta la hora en que se sintieron poseídos por un poder que ellos llaman “religioso”, y empezaron a dictar recetas, a recomendar curaciones, a crear ritos propios, y con ello comenzaron a cambiar de aspecto hasta convertirse en estampas de caudillos de pueblos de la selva. Son locos con poderío, como en un nivel más alto lo fue Hitler.”
Las reflexiones de Bosch son de trascendental importancia para entender las raíces históricas y sociológicas del problema haitiano de cara al porvenir dominicano. Sus juicios viven con una actualidad asombrosa. Sobrepasan su muerte en el tiempo; retumban sus escritos para las futuras generaciones demoliendo la cháchara “humanista” de supuestos “liberales y avanzados” incluyendo la de su nieto, hoy abanderado publico del fusionismo. Las enseñanzas de Bosch en este libro, desconocidas para la mayoría de los dominicanos, aplastan a quienes desde la sombra han maquinado para borrar siglos de historia, en un esfuerzo ridículo y caricaturesco de crear una “nueva era” o una “nueva patria” al margen de nuestros valores y nuestro legado histórico atribuyéndoselo falsamente a “pugnas de élites”.
Para el PLD estos juicios de Bosch su fundador han debido ser guía inspirador hacia una defensa férrea de la dominicanidad. Por sombrío que sean los vaticinios fatalistas de algunos les tocará a los mejores hijos de esta patria evitar “la amputación del porvenir dominicano” a que se refería Juan Bosch.