Se atribuye al confinamiento y a la crisis económica, derivada del virus, los graves problemas de la milenaria institución denominada matrimonio.
Es indudable que esta situación es determinante, pero antes de la COVID-19 las relaciones de parejas de por sí ya eran muy complejas.
El machismo y el feminismo, para repartir culpas, tienen gran responsabilidad y todo porque nadie quiere ceder en lo más mínimo.
El hombre se queja de la intensidad y condiciones controladoras de la mujer y ella de la desatención y despreocupación en un tema tan importante como el sexo.
Don dinero aporta una gran cuota de negatividad, viviendo en una sociedad de consumo y un ambiente machista.
Con la infidelidad creciendo entre las mujeres y en los hombres mucho más, al creernos con derecho a ser cuernuses.
Matrimonios jóvenes y viejos se mantienen basados en la fragilidad de hijos o dinero faltante para una separación o evitar la repartición.
Hombres que no disfrutaron el sexo en sus años mozos están enfrentando un bombardeo de mujeres dispuestas a todo por una invitación a cenar.
Esposas que quieren sentirse amadas, halagadas y ansiosas por jornadas de buen sexo, miran hacia quienes le pueden proporcionar esa efímera relación, a veces en su propio círculo.
Asistimos a un fenómeno asombroso y las mujeres no se dan cuenta que están perdiendo su matrimonio por el carácter dominante y ellos por las ganas de disfrutar lo que nunca han tenido.
Es usual escuchar a casados decir que si se divorcian no se volverían a casar, esa expresión no se oía antes. De que hay crisis, hay crisis y muy seria!