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El PLD, en caída hacia su punto más bajo

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Con ese lastre, y ahora la pérdida de senadores, diputados, alcaldes, regidores y militantes de todos los niveles que se van hacia FP, las perspectivas a breve plazo del PLD son de un largo y tortuoso calvario.

Del zenit, su punto más alto, el PLD va descendiendo en caída libre hacia su nadir, su punto más bajo. En las últimas elecciones perdió el apoyo de diversos sectores que fueron claves en su cuerpo electoral y va perdiendo una significativa parte de los integrantes de sus diferentes estructuras organizativas, mediante un sostenido trasvase, en cantidad y calidad, de muchos de sus militantes hacia Fuerza del Pueblo. En ese sentido, el PLD se encuentra ante la curiosa circunstancia de tener que, más que concentrar su atención en organizarse como partido opositor, tratar de detener una hemorragia de sus efectivos que fluyen hacia un partido nuevo que, por razones políticas y personales, está empeñado en crecer a costa suya. Básicamente.

En las elecciones presidenciales del 2016, el PLD tuvo un incremento de 604,243 votos con relación a las del 2012, pero en las pasadas elecciones perdió casi un millón, 963,137. Después de las pasadas elecciones congresuales ha visto cómo de ser aplastante primera fuerza con 30 senadores de 32, convertirse en tercera mayoría en el senado con apenas 4 senadores de 32. Pero más que esos números, lo que más dificulta a ese partido es la imposibilidad de renovarse, porque está obligado a mantener en sus puestos en las diversas instancias dirigenciales a la casi totalidad quienes las integran desde hace dos décadas. Cualquier dirigente que pierda su puesto en esos organismos va directamente hacia FP.

De ese modo, no solamente no puede renovarse, sino que en este se haga imposible la imprescindible circulación/alternancia de sus dirigentes. Para ser dirigentes, estos no son elegidos democráticamente, sino por la voluntad única del jefe máximo. La pugnacidad de la lucha entre Leonel y Danilo, anteriormente, obligaba a que las direcciones no se renovaran, simplemente la ampliaban mediante el reparto de cuotas entre ambos, una práctica que esclerotizó esa colectividad, ante la mirada pasible/cómplice de sus máximos dirigentes. Con ese lastre, y ahora la pérdida de senadores, diputados, alcaldes, regidores y militantes de todos los niveles que se van hacia FP, las perspectivas a breve plazo del PLD son de un largo y tortuoso calvario.

Esa circunstancia, unida a la reducción de su fuerza en las cámaras legislativas, buscando oxígeno, obliga a esa colectividad política pedirle al PRM y aliados lo que nunca quiso, ni mucho menos practicó: consenso. Ahora quieren consenso para servirse de la cultura del reparto (excluyente) en la integración de las altas cortes, la JCE, la Cámara de Cuentas y en todas las instituciones del Estado donde tienen funcionarios electos. Reparto, para impedir que se haga en este país lo nunca se ha hecho: la práctica de una institucionalidad democrática que garantice que a los puestos de mayor relevancia vaya la gente de mayor solvencia personal y profesional, que las instituciones sean para los ciudadanos, no para los adláteres de grupos o de jefes.

El PLD la tiene muy difícil, si quiere resolver sus apremios que lo haga con sus propias fuerzas. Es su problema que sus principales dirigentes no puedan defenderlo, porque sin autoridad moral tienen que invisibilizarse ante el generalizado repudio de la población por la fortuna mal habida y corrupción de muchos de ellos. Pero, del comportamiento de los demás partidos frente a la sostenida pérdida de fuerza del PLD dependerá el futuro de nuestro sistema de partidos y, particularmente, de cada uno de sus integrantes. A ese partido hay que dejarlo que nade sólo en las aguas turbulentas por él creadas durante su dilatado ejercicio de poder cuasi absoluto, sólo compartido por quienes sin pudor alguno del mismo se beneficiaron.

Le será sumamente difícil recobrar su anterior fuerza, porque su principal líder, Danilo Medina, al final de sus mandatos demostró que carece de la suficiente ecuanimidad para ser líder creíble de la oposición y poco confiable para los dirigentes que aspiren a posiciones de primera importancia dentro de ese partido. Su desleal comportamiento frente a los aspirantes a la presidencia en las pasadas elecciones internas permiten pensar que no sería un líder confiable. Quien fuera el candidato presidencial del PLD, no parece poder asumir la vocería de ese partido en rol opositor y por eso, la actual dirección recurre a nuevas e inexpertas figuras para defender lo indefendible: un balance en extremo negativo de 20 años de gobierno.

La historia política no registra es imposible que un partido, un personaje o un jefe político pueda subir del nadir, punto más, bajo hasta su zenit, punto más alto en algún momento alcanzado. Algunos lo han logrado, ayudados por circunstancias creadas por ellos o por sus adversarios, pero la perspectiva de que el PLD lo logre, hasta el momento, parece remota.

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