Por José Ureña
Durante mi travesía por esta vida es aprendido a convivir con mansos y cimarrones, de los cuales es observado profundamente su comportamiento, muchos de estos actúan dependiendo su finalidad con tal de satisfacer a costa de todo al Rey, a quien en determinados momentos mantienen en un letargo a costa de su propia costilla.
Pero al final el emperador que sustenta su reinado bajo la base de falsos criterios está condenado a clamar junto a su grupo de súbditos ignorantes, hacia algo incierto que sólo cabe en su imaginación y en su mundo de falacias es hipocresías.
Por demás está decir que si el rey no planta cimientos en un futuro no muy lejano estaría al borde de la desgracia, porque ante el primer intento de sus adversarios sus secuaces que se sirvieron del mejor vino y lucieron el oro del imperio se arrodillaran ante el mejor postor.
En tanto que el Rey al verse socavado, trato de despertar en medio de la tormenta, pero la rebelión era tan profunda que sus disposiciones por mas fortalecidas que fueron no surtieron ningún efecto, ya que este cuando asumió su gloria se olvidó que sus iguales tenían sus mismos orígenes.
Se fiel aunque por tu lealtad tengas que desafiar al imperio.