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Masacre del Día de San Valentín: Un Capítulo Oscuro de la Historia Criminal de Chicago

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Por Raymond Familia.

El 14 de febrero de 1929, la ciudad de Chicago fue testigo de un crimen que marcaría un hito en la historia del crimen organizado en Estados Unidos. En un almacén de la ciudad, siete hombres fueron alineados contra una pared y ejecutados a tiros con metralletas. Al Capone, el infame líder del crimen organizado, fue el autor intelectual de esta brutal masacre, que buscaba eliminar a sus rivales.


Las víctimas eran miembros de la llamada Pandilla del Northside, liderada por el temido mafioso George “Bugs” Moran. Este enfrentamiento entre bandas no solo representaba una lucha por el control del inframundo criminal, sino que también planteaba un desafío directo a la autoridad y dominio de Capone, quien no toleraba la oposición.


Los gánsteres de Capone, disfrazados de policías, llevaron a cabo la operación bajo el pretexto de una redada. Cuando las víctimas se vieron obligadas a alinearse contra la pared, esperaban ser arrestadas. En cambio, fueron desarmados y acribillados a balazos.

Los pocos sobrevivientes a la primera ráfaga fueron ejecutados sin piedad, sellando así uno de los episodios más infames del crimen estadounidense
Este sanguinario acto de violencia provocó una reacción de furia por parte del presidente Herbert Hoover, quien declaró la guerra a la Mafia y creó una lista de enemigos públicos, donde Al Capone ocupaba el primer lugar. Sin embargo, la lucha contra el crimen organizado enfrentaba serias limitaciones, ya que las leyes federales eran escasas y poco efectivas en ese contexto. A pesar de los miles de arrestos realizados por la Oficina de Prohibición, la capacidad para atrapar a los gánsteres era insuficiente.


Consciente de esta realidad, Hoover formuló un enfoque innovador: en lugar de perseguir a los criminales, decidió seguir el rastro de su dinero. Para llevar a cabo esta estrategia, confió en su mejor investigador, el oficial Irey, quien recibió la misión de desmantelar la organización de Capone. Utilizando las nuevas leyes fiscales como su principal herramienta, Irey se adentró en una peligrosa cacería.


La noticia de que Irey estaba al mando del caso de Capone desató una ola de desapariciones entre los testigos, muchos de los cuales encontraron un triste final. La elusividad de Capone se debía a su preferencia por operar en efectivo, sin registros contables, y a la lealtad absoluta de sus testaferros, que mantenían sus asuntos financieros en secreto. Irey enfrentaba no solo a un enemigo astuto y bien protegido, sino también a la corrupción dentro de las instituciones públicas que apoyaban a Capone.


Irey estaba consciente de que desenterrar los secretos de Capone podría desatar un escándalo que involucrara a funcionarios corruptos, algunos de los cuales recibían hasta el 20% de los beneficios de las operaciones criminales. Capone, en un intento por preservar su libertad, ofreció un soborno de un millón de dólares a Irey, una oferta que fue firmemente rechazada.


Finalmente, el 18 de octubre de 1931, el público se enteró de la condena de Al Capone por evasión fiscal. Este acontecimiento no solo marcó el descenso de Capone, sino que también provocó que numerosos líderes del crimen y delincuentes menores se presentaran voluntariamente en las oficinas del IRS para regularizar su situación, resultando en un incremento significativo en las recaudaciones fiscales en Chicago, comparado con el año anterior. El secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Henry J. Morgenthau, confió en Irey para supervisar la colaboración entre las diversas agencias dedicadas a hacer cumplir las leyes fiscales, incluyendo el Servicio Secreto y otras autoridades.


Este episodio histórico no solo revela las complejidades del crimen organizado, sino también la evolución de las tácticas de la ley para combatirlo, sentando las bases para una lucha continua contra la corrupción y el crimen en el país.


(Fuente: Familia, M.A. “Riesgo de Lavado de Activos: Prevención, Detección y Gestión,” Cap. I, p. 22)

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