El español superó con su tenis al australiano, que se enfangó en continuas protestas al juez de silla y se olvidó del partido al final del primer set
Nadal mantuvo siempre la concentración para no caer en la trampa de Kyrgios, que desde el primer juego del partido se enfango en continuas discusiones con el juez de silla, Mohamed Lahyani, que al final le costaron un punto de penalización. El conflicto empezó cuando en el inicio, con 30-40 para el australiano, el árbitro ordenó que se revisara una bola de este que había sido cantada como fuera por uno de los líneas. La repetición demostró que había entrado, pero el punto se repitió porque Nadal había devuelto el golpe. La decisión no fue del agrado de Kyrgios, que ya no paró de darle la chapa a un más que paciente Lahyani en un set lleno de reviews.
Lo cierto es que el número uno del mundo le impuso su tenis al díscolo aussie con una precisión quirúrgica (solo 10 errores por los 35 de su rival). Supo hacerle sudar moviéndole de un lado a otro para que no pudiera acomodarse y golpear con su potentísima derecha. El revés le falló más de la cuenta y Rafa explotó esa grieta. Kyrgios se fue del partido al final del primer, el solito, como suele pasarle, con sus payasadas y esos saltitos que no le ayudan para nada. Así el balear, que había tenido hasta seis oportunidades antes, le rompió dos veces el saque para llevarse el parcial.
MODO RODILLO
Por suerte para el espectáculo, el aussie hizo borrón y cuenta nueva en el segundo y lo intentó de salida (tuvo hasta tres bolas de break en dos juegos), pero se encontró con una versión excelsa de Nadal, que en modo rodillo sumó otras dos roturas, viento en popa hacia un triunfo que estuvo cerca de cerrar con un rosco. Kyrgios salvó la honrilla y siguió a lo suyo, jugar con la raqueta, brincar ridículamente… Talento desperdiciado. A años luz de la actitud del español, una leyenda.