Por: Yenifer Gil
En esta ocasión quiero hablarles sobre una práctica cuestionada por muchos; pero que a mi en lo particular me ha dado grandes resultados y altas dosis de satisfacción propia. Les cuento que Abby, mi hija de 19 meses hasta la fecha se duerme en mis brazos. ¿Las Razones? La primera es que fue el único método que me funcionó en sus inicios y la segunda es, que he disfrutado tanto el hacerlo que lo he mantenido hasta ahora.
Les confieso que en ocasiones es tedioso, sin embargo, dormir a mi hija en mis brazos acompañada de canciones que ahora ambas cantamos es el momento que más disfruto del día, sobre todo después de haber pasado mas de 8 horas sin verla y compartir con ella. Y es que descubrí que en este momento es que logro conectar mas íntimamente con mi bebé y recordar aquel tan mencionado piel con piel, propio de los primeros días cuando intentaba lactar de manera exclusiva, cuya práctica de alimentar es también una forma indescriptible de crear conexión y vínculos con tus hijos; pero que en mi caso por razones ajenas a mi voluntad tuve que abandonar a destiempo.
Te comparto esta experiencia porque si hay algo que la maternidad me ha enseñado, es que no existe un método único de hacer las cosas y esto lo he llevado a todas las áreas de mi vida; pues una vez solté toda expectativa y dejé de dar fuerza a los opinologos, empecé a confiar mas en mi instinto y disfrutar verdaderamente a mi hija.
Hoy un año y 7 meses después de tenerla por primera vez en mis brazos y percatarme de lo mucho y rápido que ha crecido, doy gracias a Dios porque aún prefiere dormirse en mis brazos ya que al igual que otras etapas esta es única e irrepetible y también pasará.
A ti que eres madre o que algún día lo serás, te digo: No juzgues, ni permitas que te juzguen. Tienes total libertad para elegir qué hacer y cómo hacerlo; pues así como cada niño es diferente cada madre también lo es. De igual forma, te invito a descubrir como intimar con tus hijos sin importar la edad que tengan.
Mantente conectada a ese vínculo que una vez se formó y que el día del parto se rompió al cortar el cordón umbilical, pero el cual sin importar los años se mantiene intacto y es ahí donde radica la verdadera grandeza de ser madre.