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Derecho al vuelo, legado solidario de Félix Castillo

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Por Miguel Ángel Cid Cid

El periplo de orientación cooperativa iniciaba de Santiago a Santo Domingo y el nordeste. Terminada la labor, Félix Castillo emprendió el viaje de regreso. El día lluvioso presagiaba los misterios agazapados en el camino. Su espíritu resurge 30 años después en las páginas del libro: Derecho al vuelo.

Pasión y responsabilidad eran las características esenciales de Félix al abordar los temas de su incumbencia. En calma siempre. Fijaba su pensamiento cincelado con la punta de un lápiz en el papel. Sencillez y profundidad iban de la mano en su escritura.

Decía, por ejemplo: Debemos promover el nacimiento de una nueva generación de dirigentes, que se atrevan a coordinar los trabajos de todos, a facilitar con su aporte la participación de todos, sin miedo a ser sustituidos por otros que habrán de llegar y continuar las luchas.

La frase provoca a la mayoría —sin importar la formación— exclaman:

— Wao, eso es como si lo hubiera escrito yo.

Pero no copiar, porque entonces, ¿dónde queda el aprendizaje del lector? Es, por el contrario, cuando se fusiona el acto pedagógico con narrativa contagiosa y el amor. El receptor construye su propio mensaje. El fenómeno va más allá del aprendizaje, más allá de la propia pedagogía.

Y no es para menos. El pensamiento humanista de Félix Castillo sintetiza en la escritura el amor al otro.

Derecho al vuelo

El poemario Derecho al vuelo, es una compilación de las poesías escritas por Félix Castillo. Los editores ordenaron los poemas en cuatro grandes ejes: Poemas sociales, Poemas de la cotidianidad, Poemas infantiles y Poemas de amor.

Pero el autor no era un poeta per se. El lenguaje de Félix, sus ideas, sus conversaciones, etc. se transformaban en poesía. Igual sus notas sueltas. Pero su poesía es una continuidad de su pensamiento social, contiene, además, una creatividad extraordinaria.

Poemas sociales

Este es el primer tema, Poemas sociales es el más extenso de los segmentos temáticos. Se inicia con “Dile a la vida I”.

Dice: Dile a la vida / que sus bramidos / no te asustan: / has construido / diques de amistad / torres de ternura / y barreras invisibles / contra el mal. Pero el poeta traspasa los límites creativos cuando se observa a sí mismo en “Dile a la vida II”, Atrapando cada estrella / con tu risa y tu mirada.

Más adelante, en “Luego será mejor” divisa una sociedad de una sola raza. El amor. Tiñe el amor de color alegría. La alegría, el poeta la imagina sin genero ni edades.

Las acepciones volar, libertad y alegría son una constante en la generalidad de los poemas. Sin importar si son sociales, cotidianos, infantiles o de amor. Papeles sin tinta / volando por la ventana., dice en “Que la vida no se vaya”.

Volar consiste en ser uno mismo. Solo así pudo el idiota construir castillos en el aire. Castillos donde, Crecerá el maíz / Crecerá el naranjo / Morirá la maldad / Y crecerá una flor.

La poesía de Félix asombra por las metáforas para referir cada cosa, cada acontecimiento, cada hecho habitual. La naturaleza es análoga al ser humano. El acto de hacer el amor, por ejemplo, consiste en sembrar una semilla, la germinación, igual a la preñez y el fruto sale de entre las dos piernas. Veamos:

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