Los sistemas políticos occidentales están muy influenciados por los subsistemas electorales, lo cual en muchas ocasiones retrasa las reformas que deben producirse, y por tanto, las transformaciones que necesitan los diversos sectores que lo componen. La diversidad partidaria y de intereses es un elemento importante en la movilización política, pero cuando las apetencias por alcanzar el poder o mantenerlo no distinguen el interés individual del interés colectivo, el sistema político termina convirtiéndose en una lucha libre sin fin, lo cual impide que se tracen objetivos colectivos, perpetuando los errores sistémicos y sus consecuencia que, terminan afectando las instituciones y a las personas.
Helio Jaguaribe en su teoría sobre el desarrollo político, menciona la consensualidad como un elemento imprescindible y al mismo tiempo un efecto de la institucionalización política (…a) movilización política, b) integración política, c) representación política), que la define como la creciente correspondencia entre las metas y decisiones individuales y las colectivas, con la consiguiente disminución de la necesidad de utilización de los medios coercitivos o las mayorías absolutas. A medida que el nivel de consenso incrementa, y se hace menos necesario utilizar la coerción o las mayorías absolutas en un sistema político, se concentran los recursos y las energías en las metas establecidas.
El consenso genera las condiciones para el desarrollo político, potencializando tres elementos del sistema:
- Al no desviar la atención a luchas internas y de facciones, concentra las energías en alcanzar las metas colectivas establecidas.
- Eleva la creatividad de los entes del sistema, lo que produce una lucha positiva por crear y proponer soluciones.
- Eleva los valores éticos y morales del sistema.
Contrario al consenso político tenemos la baja cultura política, la cual no establece límites en la lucha por alcanzar o mantener el poder, accionando constantemente para producir crisis que impidan establecer metas por un lado, y que se retroceda en las ya establecidas por otro lado, no importando que esto va en detrimento de las instituciones y del pueblo. De ahí que Otto Von Bismarck plantea: “el político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”.
La élite política dominicana tiene una gran oportunidad de impulsar grandes transformaciones en este momento; el presidente Abinader no gastará energías en una reelección de cara al 2028, y pese a tener mayoría en el Congreso Nacional se ha mostrado dispuesto abrir un gran diálogo con todos los sectores políticos para impulsar una serie de reformas que necesita la República Dominicana, es momento de pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones; no pequen de incultos, políticos, no cuando se ha tenido más de una década de experiencia de Estado.