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Felices los cuatro, ¡ay no!

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Hace cuatro años (2015) eran los mismos cuatro: Danilo y Leonel, Hipólito y Luis. Ahora no hay ninguna novedad. Pero hace ocho años (2011), también eran ellos cuatro, excepto que Hipólito y Luis eran mutual en la misma boleta. Peor aún, en el 2007, la pugna en el PLD era también entre Leonel y Danilo.

El mismito pugilato: ¿quién será el candidato?

Lo que ha ocurrido en este siglo, en solo 19 años, es muy claro: la República Dominicana no ha superado un problema político histórico: el caudillismo continuista.

El presidente de turno nunca quiere dejar el poder: no lo quería dejar Balaguer, ni Leonel, ni Hipólito, ni tampoco ahora Danilo.

Balaguer tenía la reelección indefinida, que él mismo diseñó constitucionalmente en 1966. Por eso nunca tuvo que cambiar su pedazo de papel. En 1994 se lo cambiaron para obligarlo a salir del poder en 1996. Fue así como Leonel se coló en la presidencia, justo con el apoyo de quien no quería salir: el mismísimo Balaguer.

Los partidos políticos dominicanos están enchivados (en el mejor de los casos) sin capacidad, ninguno de ellos, de renovación. Son estructuras de imposición y repetición, donde las mismas caras envejecen en el oficio de político

Hipólito modificó la Constitución en el 2002 para repostularse en el 2004. Le acompaño la mal suerte económica y su objetivo quedó truncado. Todavía sigue insistiendo en volver.

Leonel, que hubiese quedado para siempre jubilado con la Constitución que reinaba cuando llegó al poder en el 2004, y le permitió repostularse en el 2008, también la cambió en el 2010 para rehabilitarse. De paso rehabilitó a Hipólito.

Danilo, que no podía repostularse en el 2016, cambió la Constitución en el 2015 para lograrlo. Y ahora el país espera para ver si intentará cambiarla otra vez.

Es más que evidente que los presidentes dominicanos quieren quedarse en el poder, pero también es evidente que cuando salen, se dedican en cuerpo y alma a volver. ¡He ahí Hipólito! ¡He ahí Leonel! No sueltan las aspiraciones.

En el ring del PLD están Danilo y Leonel. Los otros boxeadores que salieron a calentar se recogieron, dudando, con razón, que haya espacio para ellos.

En el ring del PRM se enfrentan Hipólito y Luis. Ni uno ni otro deja espacio a los demás, aunque otros lancen sus aspiraciones. Hipólito se presenta por cuarta vez y Luis por segunda vez. Se entiende que Luis lo intente otra vez, pero, y si pierde, ¿hasta cuándo seguirá intentándolo? Es una pregunta que tendrá que hacerse eventualmente el PRM.

Culpables del continuismo son ellos mismos y sus partidos. Ellos por no entender que, como figuras máximas en sus organizaciones partidarias, deben ejercer un liderazgo democrático e instituir mecanismos de sucesión en la candidatura presidencial. Y sus partidos porque no los presionan para salir del juego electoral cuando han agotado un ciclo.

La persistencia del caudillismo continuista es un mal en todos los partidos dominicanos, grandes y pequeños, y este problema estrecha las opciones. No hay renovación ni ampliación de las ofertas de candidaturas, la gente se va cansando y crece el desencanto.

Un beneficio de la democracia es la renovación del liderazgo, la novedad, fomentar el entusiasmo, creer en la posibilidad de cambio, no en que siempre sea más de lo mismo.

Los partidos políticos dominicanos están enchivados (en el mejor de los casos) sin capacidad, ninguno de ellos, de renovación. Son estructuras de imposición y repetición, donde las mismas caras envejecen en el oficio de político.

Los partidos que fueron grandes se dividieron: en el PRSC y PRD se enfrentaron los jefecitos. Solo falta el PLD y el país espera el desenlace del choque entre Leonel y Danilo.

Artículo publicado en el periódico HOY

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