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Santo Domingo

Guerra en Ucrania: Más armamento y la ineficiencia de los organismos internacionales para alcanzar la paz

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A pocos días de cumplirse un año de la denominada “Operación Especial” llevada a cabo por el gobierno de Rusia en contra de Ucrania, se percibe una atmósfera de estancamiento entre ambos actores del conflicto, quienes afinan estrategias para terminar de sobrepasar el invierno y redefinir tácticas en el terreno de combate, que les permitan obtener ventajas comparativas ante la inminente llegada de la primavera y un eventual recrudecimiento de las hostilidades.

Ucrania, en conjunto con sus aliados, han puesto en marcha un amplio plan de envió de armamento pesado, teniendo como novedad la entrega de tanques y blindados, mediante los cuales, se pretende dos (02) objetivos: 1-disuadir al kremlin para que este desista de continuar con su operación en territorio ucraniano, y 2-darles una relativa ventaja a las fuerzas ucranianas en el teatro de operaciones, para que estas continúen con su contraofensiva y logren romper las filas enemigas. En respuesta, Rusia ha decido redoblar sus bombardeos aéreos y lanzamiento de misiles, fortalecer sus líneas de defensa a lo largo del río Dniéper y poner en marcha los primeros pasos para lo que seria una ofensiva militar a gran escala en toda la región del Dombás.

Como se observa, ambos bandos, apoyados por la OTAN, Irán o Corea del Norte, según el caso, se encuentran en el corto plazo apostando a una solución militar del conflicto, situación que ha puesto en entre dicho y dejado muy cuestionadas las instituciones internacionales encargadas de dirimir las diferencias entre estados. El ejemplo más palpable de esta situación, se logró apreciar con el acuerdo de exportación de granos ucranianos, en el que las Naciones Unidas se vio prácticamente compelida a utilizar la mediación de Turquía para garantizar el éxito del mismo, pues las partes se reusaban a sentarse en la mesa de negociación, situación que fue resuelta mediante la participación del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, quien se constituyo en un actor de confianza y credibilidad para Ucrania y Rusia.

Este declive paulatino que vienen experimentando en los últimos 20 – 25 años ciertas instituciones internacionales, para algunos inicia en el año 1999 con la OTAN que, sin autorización del Consejo de Seguridad, bombardeo Belgrado, antigua Yugoslavia, para evitar una limpieza étnica contra la población albanesa en Kosovo. Otros, señalan las guerras e intervenciones en Afganistán (2001), Irak (2003), Georgia (2008) y Siria (2015), todas llevadas a cabo unilateralmente y violentando las normativas del derecho internacional, como los puntos de inflexión donde se refleja y se pone de manifiesto el poco caso e interés que los estados poderosos le tienen a los organismos internacionales cuando tratan de alcanzar algún objetivo estratégico.

Esto plantea un modelo internacional en aprietos y el desgaste de muchas instituciones internacionales, que se mantienen operando con estructuras desfasadas para enfrentar los retos del siglo XXI, lo que ha generado una ola de críticas sobre el peso, influencia y el rol de dichos organismos ante crisis mundiales y sus posibles soluciones. Es una representación del anarquismo internacional en el que vivimos y sus crisis cíclicas, que cada cierto tiempo colocan al mundo en un estado de estrés y tensión, lo que pudiera terminar en una catástrofe mucho mayor.

Lo planteado, sin embargo, no quiere indicar que lo correspondiente o necesario de hacer en estos momentos, seria eliminar los organismos internacionales, ya que, por el contrario, su existencia es parte de la búsqueda de soluciones al caos internacional en el que vivimos. Lo que se exhorta, es un reforzamiento de los mismos, evolución de sus estructuras internas, reformas, lideres con carisma, capacidad de acción, peso y vinculación para frenar acciones unilaterales de países miembros, que permita la ruptura del “status quo” internacional, evitando así crisis constantes, que colocan al mundo al borde del colapso y que sitúan a instituciones como las Naciones Unidas en un limbo político, asemejándose más a un elemento decorativo y no de acción.

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