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La ciudad japonesa que, como el ave fénix, resurgió de las cenizas

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“Nunca debemos permitir otra guerra. Nunca debemos permitir el uso de otra bomba atómica”, dice Hiroko Kishida, sobreviviente del primer ataque nuclear sobre civiles.

Hiroko Kishida sobrevivió a los ataques de la bomba atómica que cayó sobre la ciudad de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana.

Tenía seis años, pero mantiene intactas las imágenes que siguieron a la explosión, cuando volvió en sí luego de desmayarse y quedar prácticamente enterrada: la caravana de gente saliendo de la ciudad, la lluvia negra cargada de sustancias radioactivas inundando todo, la valentía de su madre y las cicatrices de su hermano.

Su testimonio es desolador, pero ella decidió contarlo con un objetivo: pedir en cada oportunidad que “jamás permitamos otra guerra”.
Setenta y cuatro años después, y como el ave fénix, Hiroshima resurgió de las cenizas y hoy es una de las ciudades más visitadas de Japón.
Todo lo relacionado con “la bomba”, el primer ataque nuclear sobre civiles en el mundo, atrae la mayor cantidad de visitantes hasta el Parque Conmemorativo de la Paz.


El cenotafio para las víctimas de la bomba atómica, donde los visitantes depositan flores en su honor. ©Yaniris López

Es un paseo triste porque cada monumento, cada detalle hace alusión al espanto vivido durante la Segunda Guerra Mundial.

Allí, en el Museo Conmemorativo de la Paz, un reloj perpetuo cuenta las horas, los minutos y lo segundos que han pasado desde la catástrofe y una maqueta interactiva simula el impacto y el alcance de la agresión.

Unas 60,000 personas murieron al instante. Para finales de 1945, se estimaba que la bomba (impacto y secuelas) había matado a unas 170,000 personas.

El Museo se levantó en 1955 para exhibir fotografías, objetos de las víctimas y documentos que registran el antes y después del impacto de “Little boy”, la bomba lanzada por Estados Unidos;  y sobre el peligro de las bombas nucleares en general. Las visitas anuales pasan del millón.

 


En la entrada del edificio este, un reloj marca el tiempo transcurrido desde la catástrofe. A la derecha: un uniforme de secundaria (pertenencias donadas por varias familias) se exhibe en la primera planta del Museo de la Paz. ©Yaniris López

TURISMO Y DOLOR

Afuera, de las pocas estructuras que quedaron en pie en 1945, las ruinas de la Cúpula de la Bomba Atómica o Memorial de la Paz de Hiroshima, Patrimonio de la Humanidad desde 1996, es el único testigo que hoy, convertido en símbolo de la ciudad, “continúa implorando la paz mundial y la extinción de las armas nucleares”.

Con los ríos Motoyasu y Honkawa de telón, el paisaje verde, los monumentos y la llama que arde permanentemente en el cenotafio, el parque inspira la paz que desean los 1,306,589 habitantes de Hiroshima.

La oferta viajera la complementan cruceros y taxis marítimos que recorren los seis ríos de la ciudad, frente al mar de Seto, y visitas a muchos otros atractivos turísticos como el observatorio de la torre Orizuru, el castillo de Hiroshima (construido en 1589 y reconstruido en 1958) especializado en la cultura de los samuráis, el Museo de Arte Contemporáneo, el jardín feudal Shukkein y el parque temático dedicado al okonomiyaki, el plato típico de Hiroshima.

 


De los pocos edificios que resistieron el impacto de la bomba, la Cúpula Genbaku es el único que sigue en pie. Aunque en algún momento se planteó demolerlo, optaron por dejarlo como símbolo de la paz duradera. Allí funcionaba el Centro de Promoción Industrial de la ciudad. El hipocentro se produjo 150 metros al sureste del edificio.  ©Yaniris López

 


El museo fue inaugurado en 1955. La apertura del edificio principal, en labores de remodelación, está pautada para este 2019. La actual configuración del parque se realizó para conmemorar el quinquagésimo aniversario del bombardeo. ©Yaniris López

 


El puente Motoyasu, sobre el río del  mismo nombre, conecta el parque con el edicio de la cúpula. Todo el parque, que mide alrededor de 122,000 metros cuadrados,  se concibió como un lugar conmemorativo y de recreo para el distrito de Nakajima. Forman parte del lugar, además del Museo de la Paz: el cenotafio, el centro de información turística, un reloj floral, el portal de la paz, el Centro Internacional de Conferencias de Hiroshima y decenas de monumentos y estatuas. ©Yaniris López

 


El punto rojo de la maqueta interactiva muestra el hipocentro del bombardeo, sobre la clínica quirúrgica y de medicina general de Shima. El artefacto explosió a unos 600 metros de la superficie. Sobre la temperatura, se estima que alcanzó el millón de grados centígrados. ©Yaniris López

 


Al norte del Parque Conmemorativo de la Paz, los visitantes suelen tocar “la campana de la paz” ubicada en el Monumento por la Paz de los Niños Caídos, levantado en memoria de los infantes que fallecieron en el bombardeo.  Originalmente, el monumento fue inspirado en la muerte del niño Sadako Sasaki. Expuesto a la radiación de la bomba a la edad de dos años, Sadako enfermó de leucemia diez años después y murió.  El monumento se construyó con donaciones de 3,200 escuelas de Japón y contribuciones de donantes de otros nueve países. Fue inaugurado el 5 de mayo de 1958. ©Yaniris López

 


Más de un millón de personas se acercan cada año al Museo de la Paz, donde se exponen fotos, objetos y documentos que muestran el horror de la guerra. ©Yaniris López

 

Hiroshima es hoy una de las principales ciudades de Japón, con edificios altos y facilidades de todo tipo para los turistas. El tranvía es el medio de transporte favorito de la ciudad. ©Yaniris López

 

 


Antes del 6 de agosto de 1945, Hiroshima era una próspera ciudad portuaria habitada por 300,000 personas. El dolor y la nostalgia todavía se pasean por la reconstruida urbe. ©Museo de la Paz

 


En el parque se realiza cada 6 de agosto la “Ceremonia conmemorativa de la paz”. Hiroko compartió sus impresiones con los participantes del programa de intercambio Juntos 2019, una iniciativa del gobierno de Japón para estrechar lazos con América Latina. ©Yaniris López

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